jueves, 17 de marzo de 2011

EN TREN


Otro día más de laburo. Se que muchos piensan que ser conductor de tren interurbano debe ser muy lindo. Mucho mas lindo que ser, por ejemplo, profesor de historia. A veces si. Como esta mañana. Salgo de la Terminal, manejando un Puma V3 eléctrico.
 A las dos o tres estaciones la veo en el andén. La saludo, me saluda, ella sonríe, yo me derrito. Y eso que la vi una o dos veces en mi vida. Con esto del facebook, MSN y twitter se conoce mas a las personas “en diferido” que en vivo y en directo.
La presión machista de hacer o decir algo inteligente y/o llamativo me lleva a invitarla a subir a la cabina, rezándole a la deidad que me quiera escuchar para que no se entere el supervisor. Sube, le tiro un par de chistes, se ríe. Tiene una risa particular, cortita pero efectiva, un “jiji” que es un balazo en el pecho. La verdad la estamos pasando bien, me cuenta de su vida, yo le cuento de la mía, quedamos en vernos cuando termine mi vuelta.
Hasta que por la otra vía, pasa un tren conducido por el Colo. Me saluda con la mano, repito el gesto. Pero hay algo que me incomoda, no se que es. El Colo no es botón, el supervisor no se va a enterar, eso no es. Ella me sonríe de nuevo, pero algo anda mal. Ya se. El tren de el Colo paso por la mano derecha, como los autos. Pero en Argentina, los trenes andan por la izquierda como los autos en Gran Bretaña, porque los trajeron los ingleses para llevarse el país a través del puerto.
Es la primera vez que me lamento ser profesor de historia, y darme cuenta que es muy poco probable que ella me sonría así o me dedique un “jiji” en la vida real. Suena el reloj, 6:30 a.m., me despierto. Otro día más de laburo. Se que muchos piensan que ser profesor de historia debe ser muy lindo. Mas lindo que ser, por ejemplo, conductor de tren interurbano. Muchas veces si, esta mañana no.

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