sábado, 27 de noviembre de 2010

Conflicto entre las dos Coreas

GRAN INFORME SOBRE EL CONFLICTO ENTRE LAS DOS COREAS, REALIZADO POR "VISION 7 INTERNACIONAL"

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Por estos días, y en medio de la retórica preestablecida de la prensa occidental para explicar los acontecimientos internacionales, ya nadie recuerda que hace apenas diez años las dos Coreas celebraron su primera cumbre en cinco décadas, y que se hablaba abiertamente de “reconciliación.” Aquel encuentro, celebrado en Pyongyang, capital de Corea del Norte, en junio de 2000, incluyó la recepción por parte del presidente norcoreano Kim Jong-il de su contraparte del sur, Kim Dae Jung, en el aeropuerto, y una recorrida conjunta de los dos mandatarios en una misma limusina, que fue vivada en las calles por 600 mil personas.
Esta reunión calificada como “histórica”, motivó incluso que en noviembre de ese año la entonces secretaria de Estado estadounidense, Madeleine Albright, visitara el país que tiempo después George W. Bush incluiría en el exclusivo club denominado “Eje del mal”.
Desde entonces, el lugar común de los analistas occidentales es presentar a Corea del Norte como un régimen “imprevisible” y “delirante”, “caprichoso”, “agresivo” y “fuera de control”, que no dudaría en lanzarse a la autodestrucción con tal de asestar un golpe a su contraparte del Sur.
El incidente fronterizo registrado en inmediaciones de la isla de Yeonpygeong, que culminó con un violento intercambio de disparos de artillería entre fuerzas de los dos países, fue enmarcado de inmediato en este esquema y presentado como “una nueva e injustificable agresión” de Corea del Norte.
Sin embargo, cuando transcurrieron las horas, se supo que en realidad los disparos de artillería norcoreanos, que provocaron la muerte de dos marines del Sur y al menos cuatro civiles que vivían en la isla, respondieron a masivos ejercicios militares llevados a cabo por fuerzas de Corea del Sur al borde de una zona en litigio entre los dos países. Más de 70 mil soldados del ejército, la marina y la fuerza aérea surcoreana, que lanzaron disparos y misiles en dirección al Norte.
Como se sabe, este tipo de ejercicios militares masivos no tienen únicamente como objetivo entrenar a las tropas, sino enviar un mensaje, y en muchos casos, constituyen claras provocaciones que pretenden inducir reacciones específicas. Este parece haber sido el caso, como lo admitió en un artículo del 24 de noviembre el propio The New York Times. Y Estados Unidos, desde luego, estaba al tanto de la dimensión de provocación que podrían adoptar las maniobras, ya que decidió a último momento suspender su prevista participación en las mismas, previendo una altamente probable reacción norcoreana, con sobrados motivos como pudo comprobarse.
Para entender lo ocurrido que, más allá de la retórica periodística, es el inicio de un camino que puede derivar peligrosamente en un conflicto bélico regional de consecuencias difíciles de predecir hay que tener en cuenta una serie de factores que han contribuido a construir esta situación, mucho más compleja que los estereotipos rápidos con los que cierta prensa pretende despachar la situación.
En primer lugar, el actual presidente de Corea del Sur,  Lee Myung-bak, forma parte de una elite política de “halcones” de ese país, partidarios de una línea dura y militarista para lidiar con su vecino del norte, que a Washington mismo le cuesta contener.
Por otro lado, es absurdo creer que cualquier país, incluida la República Democrática Popular de Corea del Norte, está dispuesta a suicidarse y actúa sin una estrategia clara y racional que busca objetivos concretos entre los cuales no se encuentra precisamente la autodestrucción. La táctica de estirar la situación al límite, y alternar las negociaciones y concesiones con el rol de “mad dog”, o “perro loco” le ha dado muy buenos resultados a Pyongyang en las últimas décadas.
La estrategia del “mad dog”, por otra parte, es la misma que emplea por ejemplo, Israel, y consiste en responder a cualquier agresión o amenaza con fuerza desmesurada y decisiva. Esto permite no sólo ir cumpliendo objetivos puntuales con la fuerza de los hechos, sino también instalarse en una posición inmejorable a la hora de negociar.
Corea del Sur, como han señalado algunos especialistas en estrategia militar, sabe perfectamente que el Norte es especialmente sensible a este tipo de ejercicios militares en sus zonas limítrofes, y que su esquema de percepción de amenazas los registra como el preludio de un ataque, o una puesta a prueba de su voluntad de respuesta.
Otro dato importante a tener en cuenta es el reciente anuncio hecho por Pyongyang de haber alcanzado un estadio superior en el enriquecimiento de uranio mediante la construcción de una nueva planta de que le permitirá acelerar su fabricación de armas nucleares.
Barack Obama, que trata desesperadamente de lograr que sus fuerzas mantengan el control de la guerra en Afganistán y la frontera con Pakistán, sin contar con los problemas que sigue teniendo en Irak, y su decisión de profundizar el involucramiento estadounidense en operaciones encubiertas en Yemen y Sudán, lo que menos necesita en este momento, y luego de haber recibido una paliza electoral, es la perspectiva de un conflicto bélico en la península coreana.
Por lo pronto, una reciente encuesta señala que en la opinión pública estadounidense, la oposición a una acción militar unilateral de Washington para castigar a Corea del Norte es masiva: un 56 por ciento de los norteamericanos está en contra de que se abra la posibilidad de una nueva guerra de Corea.
Sin embargo, la Casa Blanca no puede desentenderse de lo ocurrido, ya que en esa frontera entre los dos países hay apostados 28 mil soldados estadounidenses que, si estallara una guerra total, estarían justo en la línea de fuego.
En este contexto, la decisión de enviar al portaaviones George Washington y su grupo de naves de ataque a la zona, como señal de apoyo a Seúl, no parece una decisión que vaya a desactivar las tensiones. Sobre todo teniendo en cuenta que detrás de Corea del Norte está China, quien ve cualquier refuerzo de la presencia estadounidense en la región como una amenaza directa a su poder.
En efecto, China es el único aliado que tiene el gobierno de Corea del Norte, de quien depende no sólo militar sino también económicamente.
La reacción de Beijing luego del incidente fue respaldar al Norte, y negar que haya sido Pyongyang quien inició el episodio. Este apoyo, si bien no es incondicional, se mantendrá con fuerza en estas circunstancias. Beijing debe sostener al régimen norcoreano porque su caída significaría un aluvión de refugiados en su territorio, pero sobre todo, porque eso dejaría a Estados Unidos y a su aliado Corea del Sur en control de una zona que quedaría directamente en contacto con las fronteras chinas, algo que los chinos no están dispuestos a permitir.
Contra lo que se cree popularmente, las dos Coreas, pese a sus malas relaciones, tienen líneas de comunicación directa y al mismo tiempo participan del grupo de conversaciones hexalateral que incluye además a Estados Unidos, China, Rusia y Japón. Habrá que ver si esta es la instancia que interviene para enfriar la situación, y evitar que el conflicto en la península coreana sea el escenario de un conflicto por delegación, en el que diriman sus diferencias la ascendente China y un Estados Unidos más necesitado que nunca de reafirmar su status como potencia hegemónica.

domingo, 21 de noviembre de 2010

30

Suele relacionarse la juventud con la rebeldía, la honestidad y los principios. Al cumplir 30, puedo aceptar perder poco a poco la juventud. Lo que no voy a aceptar, de ninguna manera, es perder la rebeldía, la honestidad y los principios.



Al fin y al cabo, somos lo que hacemos para cambiar lo que somos.
                                          E. Galeano