lunes, 24 de diciembre de 2012

LOS SAQUEOS Y LAS LECTURAS MEDIATICAS


Los saqueos del 20 de diciembre de 2012 en Bariloche, Campana y Rosario agitaron viejos fantasmas y nuevos prejuicios. Básicamente, la condena generalizada hacia estos hechos que se emitió desde los medios (tanto oficialistas como opositores) se puede resumir en tres puntos.

  1. fueron saqueos “organizados”. Los más oficialistas le echan la culpa a Hugo Moyano, líder de la CGT.
  2. quienes participaron de los eventos no solo robaban comida, sino también artículos de limpieza y/o electrónica. Esto vendría a demostrar que no hay “necesidades” tras los saqueos.
  3. esta situación socioeconómica es mucho mejor que la de diciembre del 2001, por lo tanto acciones como las mencionadas son injustificables.

Reflexionemos un momento sobre estos puntos.

  1. fueron saqueos “organizados”. Suponiendo que así fuera, cualquiera que ve las imágenes de cualquier canal de TV se da cuenta que quienes participan de los hechos son principalmente jóvenes, que no parecen precisamente ser trabajadores del transporte. Si hubieran sido pagados por el líder camionero y su sequito, seguirían siendo jóvenes marginados. Parte de ese gran porcentaje de la población menor de 25 años que no trabaja ni estudia, y constituyen la tercera generación de familias de marginados. Y, por ende, su situación de excluidos los convierte en caldo de cultivo para los aprovechadores del momento.
  2. quienes participaron de los eventos no solo robaban comida, sino también artículos de limpieza y/o electrónica. Esta visión oculta hipócritamente que vivimos en una sociedad de consumo, que empuja por todos los medios posibles a hacer todo lo posible por tener un televisor LCD, la mejor ropa, la mejor bebida y la mesa llena de regalos para satisfacer el frenesí consumista navideño. Que los que condenan estos hechos sean los mismos medios de comunicación que se alimentan con la publicidad de los hipermercados constituye una fina ironía.
  3. esta situación socioeconómica es mucho mejor que la de diciembre del 2001, por lo tanto acciones como las mencionadas son injustificables. Aunque el país ha crecido en términos macroeconómicos, la distribución de la riqueza es prácticamente la misma que 15 años atrás. Las migajas (en forma de subsidios) que reciben los sectores mas desfavorecidos constituyen un árbol que no debe tapar el bosque de la desigualdad social que reina en nuestro país. Las grandes sojeras y empresas mineras se llevan millones de dólares, las empresas de transportes reciben subsidios millonarios sin mejorar los servicios y los empresarios amigos del gobierno (como Cristóbal López o el grupo Telefónica) se llenan los bolsillos. Por otra parte, una gran parte de la población esta excluida del mercado laboral, y la mitad de los argentinos es pobre o indigente. No es casualidad que los saqueos fueran en Bariloche, Campana y Rosario. En esos tres lugares, la miseria más absoluta convive peligrosamente con la ostentación y el consumismo exagerado.

Supongamos que los saqueos hayan sido incentivados por opositores políticos. Eso no debe hacernos olvidar, de ninguna manera, que hay una capa de la población que no conoce el mercado laboral como fuente de ingresos y esta expuesta a los “punteros” de turno. Entonces, resulta comprensible que los saqueos vengan acompañados de violencia. Violencia contra el Estado (encarnado por las fuerzas de seguridad), que no tiene políticas sociales inclusivas claras y reprime el descontento. Violencia contra los hipermercados, que reciben gran parte de la riqueza que debería estar destinada a los sectores que saquean. Y violencia contra los autos y los pequeños comerciantes, que se convierten en  victimas (sin merecerlo) por tener una vida un poco mejor que la de los saqueadores, quienes viven esta injusticia con indignación.
Un país que se ha convertido en una fábrica de marginalidad y que tiene al consumismo como horizonte social no puede pretender que esta bomba social no le estalle en la cara.