domingo, 10 de octubre de 2010

EL RECREO

Que lindo que era. Me acuerdo que tanto tiempo (me parecía una eternidad) de prestar atención a la “seño”, de hacer cuentas y de colorear (odiaba colorear) tenía su recompensa cuando tocaba el timbre. El recreo era el escape, una pequeña pero poderosa muestra de que haberme levantado tan temprano no era en vano, tenia sentido. El recreo era la felicidad en diez minutos, los juegos, las alegrías, el compartir cosas, y un largo etcétera. Pero, como decía mi abuela, lo bueno dura poco, y el recreo parecía durar tan solo diez segundos cuando la encargada tocaba el timbre de nuevo.
Hoy vuelvo a sentir esa sensación: haberte conocido fue ese timbre tan deseado. Como ese recreo de aquellos, tu risa, tus frases y tu presencia me hicieron sentir vivo de nuevo. Viajar apretado en el tren para ir a laburar valía la pena esos días. Un recreo a las obligaciones cotidianas (las obligaciones son como una “seño” eterna que nos explica a los gritos cuando y como se hacen las cosas), un recreo a las cuentas (para llegar a fin de mes), y un recreo a tener que colorear esta vida que cada vez se volvía un poquilito mas gris.
Pero mi abuela tiene razón (los años no vienen solos) y este recreíto de casi un año me parece que dura diez segundos. Y lo peor es que ya me están tocando el timbre para volver a clases, y la encargada de tocar   el timbre se parece bastante a vos.

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